Según datos publicados por el INE, el 43,1% de las personas mayores de 65 años viven solas.
Los efectos de esta situación en la salud, son demoledores. Son múltiples las enfermedades psicosomáticas que existen; cefaleas, migrañas, apneas, problemas intestinales, circulatorios, etc. La apatía y la depresión llevan a adoptar una forma de vida nada saludable e incluso mal nutrición, que les lleva a generar: problemas cardiovasculares , diabetes, falta de higiene, consecuencia de múltiples infecciones tanto urinarias como dérmicas, sedentarismo y por tanto obesidad. El exceso de peso y los problemas óseos, hacen que cada vez la movilidad sea más reducida, entrando en un círculo vicioso, difícil de gestionar solos.
Existen estudios que demuestran, que las personas que viven solas, tienen mayor riesgo de morir de forma prematura.
El ser humano está genéticamente programado para relacionarse, ya desde la prehistoria nuestros antepasados se agrupaban en cuevas, formando comunas y organizándose para ayudarse los unos a los otros.
Es cierto que la forma de vida ha cambiado, el trabajo, las distancias y el ritmo de vida, al que nos ha llevado la sociedad, hace que resulte muy difícil cuidar de nuestros mayores, pero no olvidemos, que ellos forman parte de nuestra evolución y es tremendamente injusto excluirlos.